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DEVANEOS

Tejidos y confesiones 3ª parte

Tejidos y confesiones 3ª parte

Este relato  es un guiño a Javier Soria, excelente abogado y excelente persona, amigo desde siempre, y buen conocedor de cada uno de los personajes de estos relatos.

Era un día largo y caluroso de verano, como todas las mañanas bajaba a la tienda de mi madre, allí estaba Cirano tumbado a la bartola, debajo del perchero de las batas.Mi madre andaba ordenando cajas de “braguitas de perlé”, esas que cuando te sentabas, se te quedaba clavado el diseño de los garbancitos al culo y te picaba durante todo el día, por eso y no por otra cosa, las niñas siempre estábamos moviéndonos en las ceremonias familiares y no podíamos parar ni un minuto sentadas en la misma posición, desgraciadamente siempre te regalaban algún juego de calcetines y braguitas, para la comunión de tu primo,  alguna boda o  bautizo,;las odiaba tanto que apunto estuve en alguna ocasión de esconderlas para que mi madre no  las pudiera vender.

La mañana estaba tranquila, como siempre entró Dña. Pepica, mujer de gran volumen, tanto en el cuerpo como en la risa,  con moño bajo , amarillento y plateado por el tiempo y el sol, su delantal y su pañuelo de cuadros marrón y negro, enorme, que le servía de ato para ir la compra. Se fatigaba mucho, como era clienta habitual, mi madre le puso un sillón de mimbre para que se sentase cuando venia; con sus comentarios animaba a las clientas  a la compra.- “A ésta sácale las telas mas buenas que tiene muchas perricas, y siempre ha sido de buena familia”; solo se levantaba del sillón cuando venia “la muda”, mujer que daba mucho miedo a los niños del pueblo, pues solo se comunicaba con extraños sonidos guturales y algún que otro alarido,mi madre se entendía con ella a la perfección, siempre vestía ropa gris que era su color preferido, y le combinaba bien con su pelo, a Dña. Pepica le ponía muy nerviosa, y se marchaba pitando en cuanto asomaba por la puerta, a veces era su hija la que venia a buscarla y le renegaba.- ¿Otra vez aquí?,  no ves que no dejas trabajar, ! siempre aquí sentada,! parece que te ha puesto el Ayuntamiento, !Ala pa casa, que tenemos que hacer la comida!

 Siempre que entraba “La muda” , (y la llamo así con respeto, pues nunca llegue a enterarme de cuál era su nombre),  mi madre acababa dándome  un cachete, pues me quedaba mirando boquiabierta y con cara de asombro, eso a mi madre le molestaba, así que me fui con Cirano a dar una vuelta, antes de recibir la colleja.

 Nos encontramos a mi padre que me invitó a ir con él a la fábrica de licores, el dueño era un gran amigo de la familia y me encantaba ir allí, era un sitio especial, la luz entraba por las ventanas y se reflejaba en las miles de botellas de los diferentes vidrios, coloreando las paredes con pequeños destellos, olía a anís, a dulce, allí hacían el famoso “ Anís vencedor” el licor “Cualquier cosa”  y “El Escarchado”, en cada botella introducían , en vez de barquitos de vela, un palito con escarcha de anís, siempre que iba me daban un palo de escarcha, el cual saboreaba durante horas; también fabricaban  jarabes de limón, fresa que luego los rellenabas en cubiteras y añadías un palillo, eran los mejores polos que he comido en mi vida ; compramos unas botellas para la fiesta del Domingo en la “Chopera” , donde solíamos reunirnos toda la familia , apareció el nieto del dueño, Javier,  me dijo que por la tarde fuese a su huerta a bañarme en la balsa , que habían hecho unos flotadores con ruedas de neumático y sería divertido, por supuesto me apunté .

Después de ahí nos fuimos a encargar hielo también para el día siguiente, entonces no vendían las bolsas de hielo en las gasolineras como ahora, en mi pueblo, había también una fábrica de hielo, (otro de mis lugares preferidos)  que era regentada por los maridos de  las dueñas de la “Confitería” del pueblo, eran 2 hermanas muy dulces,y delicadas, tanto como sus pasteles, al parecer les gustaba la repostería y la jardinería pues al entrar a la fabrica, te encontrabas con un pequeño pero maravilloso jardín lleno de flores.Dentro hacia mucho frio y por una cinta transportadora, salían en fila las enormes barras de hielo, Cirano ladraba cada vez que veía asomarse una, quizás pensaba como yo, que en cualquier momento iba a salir un pingüino, pero mi padre siempre me advertía que solo salían por la noche , pero nunca,  que yo sepa , de día llego a suceder.

La mañana pasó volando, mi madre me encargo llevar unos zapatos a arreglar a “la zapatería de Perico”, hombre siempre sonriente y simpático, siempre me hacia la misma broma, introducía un palo de madera en la cola de pegar zapatos que era como la miel solo que con un fuerte olor a pegamento Imedio y hacia como que la saboreaba, como llevaba dentadura postiza, se la soltaba un poco del paladar, emitía un chasquido y sacaba la lengua, diciendo .- “Hummmmm, que rica esta”,¿quieres?, y yo siempre decía,

.-¡Sí, gracias!

Se reía, pero nunca me daba, lo cual me fastidiaba, siempre me quede con ganas de probar esa miel.

 La risa de mi madre se oía desde la calle , acababa de marcharse Cirilo un hombre un pueblo cercano , había venido a devolverle una radio porqué decía que se la había llevado al campo y a diferencia de la del vecino del campo de al lado, en la suya no cantaban jotas.

La mañana se estaba nublando, me temía lo peor, me iba a quedar sin probar los flotadores neumáticos, de cualquier modo iría igual, seguro que si llovía, la madre de Javier, “Lupita” , nos prepararía merienda y quizás con suerte, nos tocaba alguna canción en el piano, en su casa enseguida se organizaban las fiestas infantiles, siempre estaba la casa llena de niños, Toño, los vecinos Vascos que solo venían para el verano, los hermanos y primos de Javier, en fin , seguro que sería una tarde perfecta a pesar de la lluvia.

 

6 comentarios

Karmele -

Hasta ahora no lo había leído, Men, y ¡resulta que hasta nos mencionas en este relato! ¡Qué genial, la balsa de Soria! Ahí aprendí a nadar. Bueno, y los jarabes, para mí son como la magdalena de Proust. Bellísimos recuerdos.

JOSAN -

Buffffff,men, que mogollon de recuerdos, y que bonitos, la mente automaticamente, al leerte,te transporta en el tiempo, a esa época, que en parte, yo viví.Digo en parte, porque ya sabes que me fuí a estudiar fuera, pero vienen a mi mente, muchos recuerdos de mi infancia.De la tienda de telas, de tu casa, con esas escaleras, de la Feli,de la Chopera...como pasa el tiempo, y cada vez más rápido.Dá vertigo.Lo bueno es que lo sigamos recordando con esa ternura y nostalgia.Besos.

Luis -

Pero si estamos como en familia.
Esos recuerdos tuyos, Men, son muy entrañables y a los que somos de tu misma tierra nos traen aromas lejanos y nostalgias.
He recorrido de tu mano esos mismos lugares. Sé que yo era mayor entonces y no coincidíamos en el tiempo, casi hasta la época del Escudo.
En mi corralico tengo un ginjolo que nos plantó Janeiro, el marido de una de esas confiteras dulces que nombras. Ya sabes que, de pequeños, nos comíamos el fruto y luego, por un canuto de caña, arrojábamos el hueso contra nuestros compañeros de juegos y guerras infantiles. Lástima lo de Janeiro y su pozo de pena no redimida.
Te leí con mucho placer.
Un abrazo. Luis

Ana -

Estupendo relato

Belinda -

Muy entrañable, hermana. ¿Estás segura de que la foto no es la mamá en su tienda?¡Es idéntica la señora, el mostrador y hasta la disposición de las estanterías y las piezas de tela.

v -

Qué maravillosa es la literatura, nos permite un montón de licencias,yó recuerdo a la perfección la balsa de la"Casa de Lupita", a la que sólo teniamos acceso los mas íntimos, se veía desde el recreo de las Monjas , y nos hacía soñar cómo un privilegio de particulares, pero, eso es" Otra Historia".